Fallece Didier Comès, un minuto de Silencio.



Conocí la obra de Didier Comès leyendo un capítulo suelto de La Belette, que por aquel entonces, finales de los años 80, estaba siendo serializada en la revista CIMOC. Me llamó la atención enseguida esa mezcla de negros y blancos, de sombra y luz, en la que predominaba la sombra, pero no al estilo de Milton Caniff, Alex Toth o Hugo Pratt, en la que el negro y el blanco se combinan para definir volúmenes, para marcar las distintas iluminaciones que necesita una historia desde el punto de vista del narrador, o para conferir determinado dramatismo. A este dibujante recién descubierto en lo que a mí se refería  le notaba influencias del por mí mitificado Hugo Pratt, pero a la función dramatizadora de la iluminación, utilizando el término drama no sólo en su significado…dramático, sino en toda su extensión, y la definición de volúmenes, se le sumaba una función delimitadora de mundos, de creación de una atmósfera opresiva y mágica, o la atmósfera que al artista le diera la gana crear. Pero claro, sólo había tenido ante mí ocho páginas. No eran suficientes para hacerme una idea, pero sí bastaron para interesarme. Así que, cuando tiempo después Norma Editorial publicó en su colección BN la historia completa no pude por menos que comprarla.

Y caí rendido.



Cuando poco más tarde me regalaron Silencio, con una curiosa historia de por medio, mi rendición fue incondicional. Por cierto, que la historia de este regalo es así de curiosa a la par que vulgar; la persona que me lo regaló lo encontró en la basura, en un tiempo en que todavía no se estilaba la separación de residuos. Aún así no estaba tirado, sino que parecía depositado, abandonado pero no de cualquier manera, y lo recogió, pensando que conocía a alguien al que le gustaban los tebeos, y ese estaba impecable, aunque la historia de por qué iba a llegar a mis manos era tan mísera... Lo que no sabía al regalarme aquel tesoro rescatado de la basura era que en aquellos momentos el tebeo estaba descatalogado y era inencontrable. Tened en cuenta que estamos hablando de los años del pseudo-boom de los tebeos, perdón, del cómic de autor, en España, de la burbuja tebeíl que acabó, como ocurre con todas las burbujas, desapareciendo tras un triste “pop”. Se imprimían muy pocos ejemplares, pues por mucho boom que hubiera, los aficionados éramos y somos muy pocos, y aquel álbum en concreto estaba ya totalmente vendido desde hacía tiempo en los lugares a los que con mis pobres recursos podía acudir en Madrid. Internet era un sueño que estaba aún en desarrollo con el raro nombre de ARPANET, por lo que la búsqueda por ese medio era cosa de ciencia ficción. En lugares de venta de cómics de segunda mano tampoco había asomo de ese ejemplar, lo que no me extrañaba, pues nadie en su sano juicio hubiera elegido ese cómic para venderlo… y fíjate en la paradoja, dónde fue conseguido entonces… Me invadió una mezcla de dicha e indignación; Indignación como cada vez que veo algo hermoso desechado y despreciado, y dicha por haber logrado conseguir, aunque de manera tan poco ortodoxa, aquel tebeo.
Lo curioso del caso de mi fiebre y apasionamiento por la obra de Comès es que su dibujo no me resultaba especialmente atractivo. Sus figuras estilizadas me parecían estáticas e inexpresivas;  pero era la historia, la magia creada con el claroscuro, el tempo de la narración, lento pero inexorable, lo que les dotaba de un movimiento especial, y de una expresividad que se translucía en las miradas de esos ojos rasgados, en los diálogos, en la tensión dramática…





Didier Comès nació como Dieter Hermann Comès el 11 de diciembre de 1942 en Sourbrodt,  un pequeño pueblo en Bélgica, cerca de la frontera alemana, en plena guerra mundial, con la ciudad ocupada por el ejército alemán, así que se bautizó como Dieter Hermann  al pequeño Comès en su nacimiento. Su nombre volvió a ser afrancesado tras la Liberación, aunque su padre hablaba alemán y su madre francés. Esto ocasionó que se describiera a sí mismo como "un bastardo de dos culturas"; en esta encrucijada  se originan las peculiares  características de su imaginario. Al respecto dijo:
No existe una sola Valonia ni diferentes idiomas. Solo la búsqueda de la identidad es común, y el compromiso con la tierra, las raíces y los valores del pasado. Y también la terquedad y la independencia, consustancial a todas las minorías. De pequeño se me alimentó con leyendas alemanas, inquietantes y pobladas de enanos y brujas, muy semejantes a algunos cuentos bretones. Valonia sigue siendo muy celta, una tierra de brumas y misterios.
Después de asistir a una escuela de formación profesional en Malmedy, Didier aprende diseño industrial en una fábrica de maquinaria textil de Verviers. Al mismo tiempo, hizo algunos cómics como aficionado hasta que comenzó a profesionalizarse sobre 1969, con historias cortas publicadas por Pilote y Journal de Spirou. Su primera historieta larga, El Dios viviente, será la primera parte de la serie Ergün el errante para Pilote, una historia fantástica a color narrada alrededor de la muerte y la mitología en la que la composición casi cinematográfica de las imágenes predomina sobre la historia. La serie, no obstante, fue cancelada, pero fue retomada en (À Suivre) titulándose Le Maître des Ténèbres en 1980, y continuada por Patrick Deubelbeiss y Benoît Peeters desde 1987.






 En 1976 y 1977, inspirado por Hugo Pratt, creó La Sombra del cuervo, una oscura historia surrealista sobre la Primera Guerra Mundial publicada en la edición belga de la revista Tintín, publicada a color, y editada en España por Totem y Nueva Frontera.


En 1979, la revista (À suivre), de Casterman, publicó mensualmente Silencio, historia con la que Comès abandona el uso del color para dedicarse en exclusiva al blanco y negro. El éxito del álbum, lanzado en 1980 y  premio al mejor álbum en el Festival de la Bande Dessinée d'Angoulême de 1981 consagraría a Comès, con la desgarradora historia de un niño sordomudo en las Ardenas después de la Segunda Guerra Mundial. Todos estos elementos son temas recurrentes: la guerra, la mitología, las relaciones conflictivas, la brujería, los animales y la muerte, a menudo situados en las Ardenas. Sus personajes casi siempre están atormentados o tienen problemas psicológicos y están rodeados por una naturaleza en comunión con la magia y poblada de seres fantásticos, como los bosques de los cuentos de hadas.
Su trabajo posterior, siempre con (À suivre) y Casterman fue invariablemente en forma de largas novelas gráficas en blanco y negro, abundando en temas cargados de magia y mitología, desarrollando su maestría en el blanco y negro y la narración con La Belette, Eva, El árbol Corazón, Iris, La casa donde sueñan los árboles o Las Lágrimas del tigre, todas ellas publicadas en España por Norma. Su última obra data de 2006; es  La última partida, con la II Guerra Mundial como telón de fondo, y una vez más ambientada en Las Ardenas, repitiendo el recurso de los cuervos parlantes de La Sombra del cuervo, con un personaje inocente en abierto contraste con sus aguerridos compañeros veteranos dentro de una trinchera, acompañado de fantasiosos secundarios nacidos de su imaginación con los que juega una partida de cartas, todo ello para conformar un alegato contra la guerra y una reflexión sobre la muerte como la igualadora final de las clases.












El dibujante y escritor belga Didier Comès falleció el 7 de marzo de 2013 de aquejado de neumonía, a los 70 años de edad. 

1 comentario:

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